Los médicos de un hospital de Bangladesh pusieron en marcha un complejo proceso quirúrgico para devolverle la movilidad a Abul Bajandar, que sufre epidermodisplasia verruciforme. Durante dos horas lograron limpiar el 80% de su mano derecha en la primera intervención.
El "Hombre árbol" muestra sus manos antes de la operación quirúrgica. |
Abul Bajandar fue intervenido en el Hospital Universitario Dacca, la capital bangladesí. Nació en el pequeño poblado de Pai Gasa, ubicado en el distrito sureño de Khulna. Fue apodado “Hombre árbol” por las extrañas verrugas que han cubierto sus manos casi por completo y se han extendido hasta parecer las raíces de un árbol. Pesan seis kilos y dificultan su vida sobremanera. Solo levantarlas ya es un suplicio. Sus pies han corrido mejor suerte y Bajandar puede caminar, pero no sin dificultad. Para todo lo demás necesita ayuda.
“Al principio fui a un curandero que me recetó remedios homeopáticos, pero no dieron ningún resultado. Así que, como no podía trabajar y en mi familia sólo mi padre está empleado —es conductor de los triciclos motorizados que hacen las veces de taxi—, tuve que ponerme a mendigar para buscar tratamiento”. Procedente de una familia humilde en la que sólo entran 3.000 takas (35 euros) al mes, Bajandar supo que su dolencia requería de una asistencia médica más avanzada. Así que decidió sacar provecho de la curiosidad que provocaban sus raíces y viajar a India con las ganancias. “Allí estuve tomando medicamentos prescritos por un médico durante tres años”. Un tiempo en el que las verrugas no cesaron de crecer.
El médico me dijo que la única salida era la cirugía, un proceso que no podría pagar ni ahorrando varias vidas. Solo me consolaba el hecho de que las verrugas no se extendieron por otras partes del cuerpo, pero cada día me miraba en el espejo con miedo de ver una en la cara”.
Afortunadamente, no todo ha sido negativo en la vida de Bajandar. Incluso después de sufrir su extraña dolencia. De hecho, cuando las verrugas ya lo convertían en el hazmerreír del pueblo, y en el objeto de las pesadillas de los niños, Bajandar conoció a Halima. “Al principio reconozco que sentí pena por él. Quizá eso me llevó a trabar cierta amistad, pero lo cierto es que al final nos enamoramos”, cuenta ella, sentada a su lado y atenta siempre a lo que necesitan tanto él como su hija. En un país en el que la mayoría de los matrimonios son concertados, el de Abul y Halima fue por amor y ha resistido “lo que muchos nunca serían capaces de aguantar”.
Y cariño también le dispensan los bangladesíes. De hecho, cientos de ellos lo visitan cada día en el hospital, donde su habitación está custodiada por dos policías que se limitan a regular el tráfico. Aunque algunos solo quieren hacerse un morboso selfie con él, y sorprende que Bajandar haga gala de una paciencia infinita para esbozar una sonrisa y poner las manos en alto, la mayoría se desplaza hasta el hospital para desearle suerte y asegurarle que rezarán a Alá por su pronta recuperación. Porque ahora, después de que el Gobierno decidiese hacerse cargo de su caso, comienza una nueva etapa cuyo resultado es incierto.
El consejo de nueve médicos especialistas que ha creado el hospital para determinar qué hacer en su caso tampoco rebosa confianza. “El primer paso consiste en tratar de liberar los dedos pulgar e índice de una mano, que son responsables del 60% de todos los movimientos que hacemos. También son los menos afectados y nos ayudarán a ver mejor cuál es la situación y decidir qué pasos debemos dar”, explica el jefe del consejo, el doctor Samanto Lal Sen, mientras señala en una radiografía de las manos de Bajandar. “No es tan fácil dar con los dedos, y tenemos que tener mucho cuidado para no dañarlos”. Así, las operaciones se alargarán unos seis meses, a los que habrá que añadir varios meses más de fisioterapia.“Apenas ha utilizado las manos en diez años, así que sus dedos están completamente atrofiados”.
En cualquier caso, los médicos señalan que su intención es ir un paso más allá. “No basta con retirar las verrugas y conseguir que recupere la movilidad, porque en el resto de los casos estudiados han vuelto a salir. Tenemos que tratar de averiguar qué es lo que causa la enfermedad, que será el paso inicial en el diseño de una cura permanente”, apunta Sen. Y a nadie se le escapa que, si lo consiguen, será un importante éxito para el sector sanitario de Bangladesh, un país en vías de desarrollo en el que solo hace falta darse una vuelta por el Hospital Universitario en el que Bajandar lleva un mes para darse cuenta de las graves carencias médicas: las camas de los pacientes llenan habitaciones y pasillos, los familiares se hacinan en el suelo, las medicinas escasean, y los médicos no dan abasto.
La madre de Abul Bajandar también lo acompaña y lo alienta a continuar con el tratamiento luego de la primera operación quirúrgica para retirar las impresionantes verrugas que han crecido en las extremidades de su hijo por culpa de la epidermodisplasia verruciforme que sufre desde los 15 años. Y no ha podido contener el llanto cuando uno de los médicos que ha realizado la operación ha anunciado el éxito de la misma.
Es más, los doctores han ido mucho más allá de lo esperado.“Teníamos intención de liberar únicamente los dedos pulgar e índice de la mano derecha, que eran los menos afectados por la enfermedad y que le darían un 60% de movilidad, pero hemos decidido continuar porque se daban buenas condiciones para ello. Al final hemos liberado un 80% de la mano, incluidos los cinco dedos”, ha comentado al diario español El País, uno de los cirujanos, apellidado Byapari. “Abul está de muy buen humor tras la operación, y ahora tenemos que esperar tres semanas para ver cómo evoluciona y decidir si continuamos trabajando de la misma forma con el resto de extremidades”, ha añadido el director del comité médico seleccionado para tratar el caso, Samanto Lal Sen.
Bajandar ha recibido anestesia local y ha estado consciente durante el proceso quirúrgico.“No tengo más que palabras de agradecimiento hacia el gobierno de Bangladesh, que ha decidido ofrecerle a mi hijo este tratamiento tan complejo de forma gratuita. Solo espero que pueda volver a ser una persona normal dentro de pocos meses. Que recupere la movilidad y pueda encontrar un trabajo”, ha afirmado su madre entre sollozos de alegría.
No obstante, también se han oído críticas entre los curiosos que se han acercado. Entre ellos había numerosos pacientes que denunciaban el trato de favor que está recibiendo Bajandar, “solo porque la prensa se está ocupando de él y sirve de propaganda política”. Uno de ellos incluso ha conminado a los periodistas a visitar el resto del Hospital Universitario de Dacca, la capital del país. Efectivamente, las condiciones en las que se hacina la mayoría de pacientes son terribles. Bajandar, sin embargo, cuenta con una habitación exclusiva para él y para su familia.
Las operación quirúrgica es el resultado feliz del impacto mediático que ha recibido el caso, el cuarto que se conoce en el mundo y uno de los tres que están vivos. De hecho, todo comenzó cuando la agencia de noticias AFP se hizo eco de su historia, cuya repercusión se sintió en todo el mundo. Poco después, el Gobierno decidió hacer una excepción, ya que la familia de Bajandar no puede pagar el tratamiento, y costear las diversas operaciones requeridas para eliminar las verrugas, cuyo peso supera los cinco kilos. Hoy, incluso la primera ministra del país, Sheikh Hasina, ha sido informada del resultado de la operación, y todos los canales locales han ofrecido la noticia, incluso con conexiones en directo. Sin duda, las buenas noticias no abundan en Bangladesh.
“De momento contamos con tres hipótesis sobre la razón de lo que le sucede, pero ninguna es concluyente: podría ser genético, pero nadie en su familia lo tiene; podría ser una extraña enfermedad cutánea, pero su rareza es asombrosa; y podría ser un virus”, enumera el Dr. Sen. Hace especial hincapié en la última posibilidad, ya que hace unos días el doctor hizo una curiosa revelación: “Hemos encontrado una vaca que tiene el mismo problema”. ¿Podría ser un virus animal que muta raramente para afectar al ser humano?
Sea como fuere, lo cierto es que Bajandar ya ha comenzado la cuenta atrás para volver a verse las manos. En su risa nerviosa se evidencia cierto miedo, compartido también por Halima, pero la esperanza es mucho más poderosa. Y él está más cerca de hacer realidad un sueño que repite una y otra vez, siempre que una cámara le apunta. “Yo lo que quiero es poder abrazar a mi hija, sentirla con las manos”.