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HALLAN TUMBA DE UNA SACERDOTISA EN PERÚ

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El hallazgo en el norte de Perú de una nueva tumba de una sacerdotisa prehispánica, la octava encontrada en más de dos décadas de investigación, confirma que poderosas mujeres gobernaban esa región hace 1.200 años, según arqueólogos.

Es la octava tumba de una sacerdotisa
descubierta en los últimos años.
Los restos de esta mujer perteneciente a la cultura Moche o Mochica, desarrollada entre el 200 y el 720 d.C., fueron descubiertos a finales de julio por arqueólogos en la provincia de Chepén, región La Libertad (norte de Perú), sumándose a otros sorprendentes descubrimientos en la zona que se difundieron en agosto.

Representación de la sacerdotisa
Señora de Cao.
En el norte de Perú, a pocos kilómetros al norte de Chepén, en el distrito de Pacanga, se encuentra San José de Moro, un pequeño pueblo que albergó, hace 1500 años, el núcleo de un importante centro ceremonial y cementerio para la élite de los Mochicas y de los pueblos que los sucedieron. En el sitio se han realizado investigaciones desde 1991, concentrándose en definir mediante estudios estratigráficos las distintas sociedades que allí vivieron y en estudiar sus costumbres, creencias, artes, formas de organización y gobierno, estructuras sociales y de poder a través de los restos que nos dejaron en sus tumbas. Los hallazgos más importantes han sido grandes tumbas de cámara, que contenían Sacerdotisas o mujeres gobernantes.

Esqueleto de la sacerdotisa Moche enterrada 
hace 1200 años en San José de Moro.
La evidencia de mujeres gobernantes en la región La Libertad viene asombrando a los científicos. En 2006, en el distrito de Magdalena de Cao (La Libertad), se descubrió a la famosa “Señora de Cao”, considerada como una de las primeras gobernantes mujeres de Perú, que murió hace unos 1.200 años.

“Este hallazgo deja en claro que en esta zona gobernaban mujeres y no sólo serían las jefas de rituales sino las reinas de la sociedad Mochica”, dijo Luis Jaime Castillo, director del proyecto arqueológico San José de Moro.

Objetos de cerámica encontrados en
San José de Moro.
“Es la octava sacerdotisa descubierta, sólo hemos encontrado tumbas de mujeres en las excavaciones y nunca de hombres”, agregó. La sacerdotisa estaba “en una imponente cámara funeraria de mil doscientos años”, de antigüedad, explicó el arqueólogo, quien señaló que los Mochica eran conocidos como maestros artesanos y grandes constructores de ciudades de barro.

Imagen de una
sacerdotisa de
los Mochicas.
“La cámara funeraria de la sacerdotisa es de barro en forma de ‘L’ y estaba cubierta con placas de metales de cobre en forma de olas y de aves marinas. Cerca de su cuello una máscara y un cuchillo (Tumi)”, explicó Castillo. 

La tumba, pintada con dibujos de colores rojo y amarillo, tenía además a sus lados unos diez nichos repletos de ofrendas de cerámica de varios tamaños, la mayoría pequeñas vasijas.

“Acompañaban a la sacerdotisa los cuerpos de cinco niños, dos ellos bebés, y dos adultos, todos sacrificados”, precisó el investigador tras indicar que en la parte superior del féretro se encontraron dos penachos que representan un ave pescadora en picada.

La cámara funeraria fue diseñada con una entrada y en ella se montó una exposición de piezas colocadas ordenadamente, cumpliendo posiblemente una función, agregó.

Cementerio de la élite
Julio Saldaña, arqueólogo responsable de las labores en la cámara funeraria, dijo que el descubrimiento de la tumba confirma que la localidad de San José de Moro, provincia de Chepén, es un cementerio de la élite Mochica y que las tumbas más ricas pertenecen a mujeres.

Copa ceremonial hallada
en San José de Moro.
“Estamos ante un lugar dedicado al culto de los ancestros, en cuyo alrededor los súbditos mochicas dejaron múltiples evidencias como cántaros de diferentes tamaño y cocinas para la elaboración de chicha (bebida oriunda de Perú a base de maíz jora)”, dijo.

En el ajuar funerario de la sacerdotisa se halló una finísima pieza de cerámica polícroma, diseñada con iconografía moche, en la que se colocó una corona de plata y cobre dorado, en forma de penacho, ubicada a la altura de la cabeza del personaje de élite.

La octava sacerdotisa mochica fue cubierta
con placas de cobre en forma de olas
y de aves marinas.
Debajo del cuerpo de la mujer había una fina capa de arena y a la altura de la cintura se encontró una copa ceremonial y piezas de regular tamaño de Spondylus (conchas que eran utilizadas por la nobleza en la época prehispánica) en cada una de las manos de la mujer noble. También se encontraron ofrendas a la altura de los pies.

El director del Proyecto Arqueológico San José de Moro, Luis Castillo Butters, informó que se está trabajando en la construcción de un museo en el sitio donde se realizaron los hallazgos para exhibir al Perú y al mundo las piezas encontradas.

Representación artística del entierro
de una sacerdotisa en San José de Moro.

Hacer clic para agrandar el dibujo.
El grupo de investigadores del complejo arqueológico San José de Moro, está compuesto por antropólogos y estudiantes peruanos y extranjeros, que descubrieron la octava cámara funeraria en la que fueron enterrados los restos de una mujer poderosa en el norte que gobernó el periodo Moche.

En el sector signado con el número 211, dedicado al culto de los ancestros, a 5 metros de profundidad descubrieron los restos de una sacerdotisa en una imponente cámara funeraria de 1.200 años.

Ubicación de San José de Moro en
lo que fue el reino de los Mochicas.
Hacer clic para aumentar.
Las muertes de las Sacerdotisas ocurrieron en los últimos años de la cultura Mochica, alrededor del 720 d.C. Sus entierros significaron enormes gastos para una sociedad ya debilitada por los períodos del mal clima y escasez. 

Pocos años después, la cultura Mochica sucumbió y se transformó en un conjunto de tradiciones que, lentamente conducen a la formación de las culturas Lambayeque y Chimú.

San José de Moro, sin embargo, nunca perdió su prestigio ya que individuos de alto rango siguieron enterrándose allí hasta la colonia. Las sacerdotisas desaparecieron de Moro y lentamente de la memoria de sus descendientes. Sabemos hoy que su poder no derivó de su destreza militar o de sus vínculos matrimoniales sino de su papel de ceremonias y rituales que los mochicas consideraron esenciales para la reproducción de su sociedad. Si bien sus nombres nunca más serán pronunciados, la grandeza de su pueblo habla por ellas.

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