Los dolores musculares y de cabeza serían una reacción del cuerpo a la saturación de campos electromagnéticos cercanos como antenas, WiFi y teléfonos celulares.
La contaminación electromagnética (CEM), a veces denominada electropolución, es la contaminación que producen las radiaciones generadas por muy diversos equipos eléctricos y/o electrónicos. Es decir, son las radiaciones provocadas por ondas electromagnéticas de origen antrópico (no natural). En los últimos años, el número de antenas de telefonía móvil ha ido aumentando progresivamente y se ha indicado que las radiofrecuencias podrían asociarse a diversos problemas de salud, sobre todo en la población que vive cerca de una antena de telefonía móvil y que coincidentemente, padecen de fibromialgia, trastorno que no tenían antes de la instalación de las antenas.
Qué es la fibromialgia
La fibromialgia es un trastorno que causa dolores musculares y fatiga (cansancio). Las personas con fibromialgia tienen “puntos hipersensibles” en el cuerpo. Estos se encuentran en áreas como: el cuello, los hombros, la espalda, las caderas, los brazos y las piernas. Los puntos hipersensibles duelen al presionarlos.
Las personas que padecen de fibromialgia pueden también tener otros síntomas, tales como: Dificultad para dormir, rigidez por la mañana, dolores de cabeza, periodos menstruales dolorosos, sensación de hormigueo o adormecimiento en las manos y los pies, falta de memoria o dificultad para concentrarse (a estos lapsos de memoria a veces se les llama “fibroneblina”).
Los médicos antes atendían un caso de fibromialgia excepcionalmente, ahora atienden varios casos por día, es señal de que algo está mal y encima les dicen a sus pacientes que las causas de la fibromialgia son desconocidas.
Esos trastornos se deberían a la electrosensibilidad que es ser eléctricamente sensible y significa poseer un conjunto de síntomas (dolor de cabeza, cansancio crónico, dificultad para dormir...) que se activan o se intensifican al encontrarse cerca de aparatos eléctricos, transformadores, antenas de telefonía móvil y/u otras fuentes de radiaciones. Sin embargo, la persona afectada no aparenta tener problema alguno mientras no se exponga a los campos eléctricos. Toda enfermedad recurrente que sea producida por radiaciones, y que disminuya o desaparezca cuando uno se aleja de la fuente que los genera, constituye un caso de hipersensibilidad electromagnética.
Curiosamente, las personas que padecen fibromialgia tienen los mismos síntomas de las personas electrosensibles, por ende, el también llamado Síndrome de las Microondas que afecta en particular a personas que están casi permanentemente expuestas a radiaciones intensas y prolongadas. Reflejan síntomas de insomnio, cansancio o irritabilidad. No es mortal, aunque puede acabar degenerando en enfermedades como el cáncer así como provocar diversos trastornos neurológicos en caso de no reducirse la exposición.
La causa de todos los dolores
En las publicaciones científicas de prestigio, cada día hay más estudios de renombrados investigadores y epidemiólogos que avalan que las radiaciones electromagnéticas emitidas por las líneas y transformadores eléctricos, las antenas de telefonía y los teléfonos móviles, el WIFI y otras fuentes de emisión CEM producen efectos nocivos en las personas y los seres vivos en general. Hay estudios que relacionan la contaminación electromagnética con enfermedades graves como: el cáncer, la leucemia infantil, las arritmias, la trombosis y otras afecciones cardiovasculares y del sistema nervioso, así como con las enfermedades autoinmunes, el insomnio, la tensión alta, la electrosensibilidad o síndrome de las microondas, la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, la esclerosis múltiple, la hiperactividad infantil, el Alzheimer, la infertilidad, etc.
Las radiaciones electromagnéticas causan cada vez más casos de fibromialgia, depresión y otras enfermedades, tal como afirma José Luis Bardasano, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, quien alerta del riesgo de cáncer por la exposición a los campos electromagnéticos de móviles, ordenadores y demás.
Hoy se sabe con certeza que los campos electromagnéticos interfieren en el funcionamiento de nuestro organismo y de todos los seres vivos. Numerosos estudios científicos demuestran que provocan la alteración del ciclo de producción de la hormona melatonina, que regula el sistema inmunitario y hormonal.
También los campos electromagnéticos pueden provocardaños en el ADN que trasporta la información genética de las células expuesto en el informe REFLEX, donde participaron investigadores de más de 12 países europeos y financiado por la Unión Europea con más de 3 millones de euros.
Según las últimas estimaciones para las sociedades modernas la población electrosensible oscila ya entre el 3 y el 5% y va en aumento, lo que eleva a unos 13 millones el número de europeos que sufren este mal. En Suecia, primer país que aceptó la electrosensibilidad como causa de baja laboral (invalidez física), la cifra de afectados se eleva a 290.000.
Las personas que padecen hipersensibilidad a los campos electromagnéticos ven mermada enormemente su calidad de vida no sólo por sus síntomas físicos sino también por los profundos cambios emocionales que suele llevar aparejados. A esto último hay que añadir una serie de inconvenientes: por un lado, la dificultad de su diagnóstico (aunque la mayoría de los médicos no la identifican aún en su consulta por ignorancia profesional), hace que a la persona que empieza a padecer el conjunto de síntomas se la derive de especialista en especialista. Estos errores de diagnóstico, con frecuencia agravan el síndrome, pues hacen que el sujeto permanezca expuesto largos años al agente causal y retardan el tratamiento correcto. Por otro lado, las personas con este problema comienzan a recibir la exclusión social, empezando por los familiares, amigos y después en su trabajo. Se les califica de alarmistas, vagos, hipocondríacos, inadaptados sociales... cuando en realidad lo que están padeciendo es una enfermedad orgánica descrita por la Organización Mundial de la Salud y generada por la proximidad de una antena de telefonía, de Wi Fi o de otro dispositivo.
Cada vez se hace más evidente que a las personas que ostentan el poder político no les interesa la salud de los ciudadanos si va en contra de los intereses de mercado y/o traen consigo claras responsabilidades legales (para las empresas de las telecomunicaciones y eléctricas), o que no son suficientemente fáciles y rentables (para la gran industria farmacéutica).
Todo ello a pesar de que el Parlamento Europeo a través de sus resoluciones de 2 de abril de 2009 y del 27 de mayo de 2011, ha solicitado a todos los estados miembros que sigan el ejemplo de Suecia y reconozcan la hipersensibilidad electromagnética a fin de proporcionar una protección adecuada y garantizar la igualdad de oportunidades entre quienes la padecen.
El 23 de mayo de 2011, Minerva Palomar se convirtió en la primera trabajadora de España a la que un juez ha concedido “la incapacidad laboral permanente y absoluta” por síndrome de hipersensibilidad electromagnética y ambiental, dotándola con una pensión equivalente al cien por ciento de su sueldo.
Además, desde el 3 de marzo de 2012, el Colegio de Médicos de Austria tiene publicadas unas directrices para el diagnóstico y tratamiento de la electrohipersensibilidad, dentro del contexto de las “enfermedades y problemas de salud relacionados con los CEM”.
Para evitar llegar a estos extremos es conveniente prevenir, y para ello (y mientras que las autoridades no lo hagan) es conveniente identificar y reducir al máximo nuestra exposición en los entornos doméstico y laboral, con el fin aproximarnos al objetivo de vivir en lugares libres de contaminación electromagnética (zonas blancas).
Actualmente los focos más recurrentes de contaminación radioeléctrica son las antenas de telefonía móvil, a la par que los teléfonos inalámbricos y los routers WIFI instalados en el interior de las viviendas. Todos ellos emiten microondas de manera permanente (24 horas al día y 7 días/semana) en los lugares donde se instalan.
Últimamente, les ha dado a muchos intendentes por ser “modernos” y colocan sin consulta alguna conexiones a internet inalámbricas gratuitas en los parques y plazas. De este modo, convierten a la ciudad en un foco de contaminación electromagnética constante, omnipresente e invisible.
Los efectos de las radiaciones son acumulativos y se pueden ver agravados si la persona ha permanecido expuesto por largo tiempo, en ese caso, la persona se hace muy sensible a las frecuencias iniciales (por ejemplo, de las antenas de telefonía). Posteriormente y a medida que avanza el síndrome la persona se va haciendo sensible también a otras fuentes emisoras de radiación electromagnética (como los routers WiFi, los ordenadores, o los tubos de luz fluorescentes). El hecho de que se experimente el síndrome de las microondas, aunque sea sólo una vez, debería considerarse como una señal de aviso que nos manda el cuerpo de que podría empezar a existir cierto grado de susceptibilidad crónica.
La electrohipersensibilidad (también conocida como EHS por sus siglas) puede convertirse en el eslabón perdido que explique patologías tan dispares como la fatiga crónica, fibromialgia, depresión, Alzheimer, Parkinson, enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, enfermedad de Chron, psoriasis, esclerosis múltiple), enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, y muchos otros problemas recurrentes de salud para los cuales las personas no encuentran respuesta ni alivio permanente por parte de la medicina alopática.
La investigación sugiere que los gobiernos deben adoptar normas biológicas más estrictas para proteger la salud de los ciudadanos.Además, médicos y profesionales de salud pública deberían pedir a las autoridades y a compañías telefónicas a poner fin a la instalación de más antenas de telefonía móvil o al menos informar plenamente a los consumidores sobre el potencial a largo plazo de riesgos de salud por la proximidad de una antena base o de una conexión de Wi Fi.
Hay que tomar ejemplo de países como Italia, Suiza, Polonia, Rusia o China donde sus gobiernos, en base al principio de precaución y al sentido común, han promulgado valores máximos de exposición de radiaciones sobre las personas a medio y largo plazo que son cientos de veces más bajos que en la Argentina.